Calle de San Fernando corresponde a un motivo recurrente en su pintura, ciudades de la zona central de Chile (Santiago, Valparaíso, Limache, Melipilla, entre otras) que son vistas a través de sus calles y callejones. En esta obra aparecen construcciones arquitectónicas, casas al borde del camino y la torre de una iglesia hacia el fondo, que probablemente pintó antes del terremoto de 1928, el que destruyó casi la totalidad de la región. Y aunque Calle de San Fernando no está datada, obras similares pertenecen a su último período de producción, entre 1920 y 1933, el año de su muerte.
A partir de esta obra podemos comprender su método de trabajo: el uso de colores intensos, pigmentos aplicados de manera directa y rápida en pinceladas, que son realizadas frente al motivo sobre un formato pequeño, fácil de transportar y que funciona como una impresión instantánea que da cuenta del total y logra abarcarlo velozmente. Sus pinturas captan diferentes momentos lumínicos del día, siendo el atardecer el más estimulante para él, lo que en términos de color se traduce en los tonos crepusculares que predominan en esta pintura, tonos de amarillos y anaranjados que contrastan con los tonos de azules y violetas del cielo. El ejercicio consiste en capturar la luz a través de manchas de color que registran el impulso de la mano adiestrada a sintetizar las formas en constante cambio, esta manera de pintar lo llevó a ser catalogado como “manchista” e impresionista. Pero esa relación es dada por ciertas características formales en común y no por una afiliación o imitación al movimiento francés.
Amalia Cross, Catálogo Razonado MAC, 2017.