Del Apocalipsis se conforma por la aparición de dos grandes caballos en el primer plano, cuyas figuras surgen de gruesos trazos blancos y negros, en una composición que se organiza por el enfrentamiento de los cuartos delanteros de ambos animales. Sobre estos, sus jinetes emergen como figuras menos contundentes y dramáticas, en contraposición con los fuertes músculos de los animales conformados por masas de luces. Debido a la técnica, las figuras están delimitadas por los contrastes entre blanco y negro o entre luz y sombra, pero además estas se conforman por una urdimbre de texturas y tramas variadas, que la artista logró con intervenciones de aguatinta. De este modo, si bien el aguafuerte permitió el valor de las líneas, el aguatinta hizo posible que las grandes masas plásticas de luces y sombras lograran mayores niveles de profundidad y relieve, sobre todo gracias a la granitura otorgada por el uso de la Pez de Castilla en la placa. Además de la solidez de los blancos y los negros, son las dimensiones de las figuras las que dotan de fuerza el grabado de Delia Del Carril, donde los caballos, exaltados en su fuerza física, desbordan los límites materiales de la obra, apareciendo apenas completos, con parte de las orejas y las patas cortadas. El énfasis en los músculos, en las partes voluminosas del cuerpo y las articulaciones, evidencian el interés plástico y dramático de Del Carril por estos animales, que marcan su producción artística y que tienen un valor biográfico para la autora. La referencia bíblica que caracteriza esta pieza, aparece en varias de sus obras, y se explica por la compenetración que según ella misma decía, tenía con la lectura de La Biblia.
Nicole Iroumé, Catálogo Razonado MAC, 2017.