Dos camas, un velador, una silla y un cristo

Guilisanti

Dos camas, un velador, una silla y un cristo nos habla de todas esas cosas que estuvieron alrededor de los objetos, y ya no están. Para alcanzar este resultado, Josefina Guilisasti tardó una década aproximadamente de investigación en torno a este género pictórico, y las relaciones inmediatas que se ven en la tradición de la historia del arte. Es decir, desde 1998 hasta el momento de la donación hubo un trabajo de perfeccionamiento y reconversión de la obra y, temporalmente, podríamos extenderlo hasta su etapa formativa como pintora. Es así como estudió los referentes de la historia del arte hasta llegar a los cismas dentro de la teoría de la representación producidos por el ingreso de la fotografía. Sin embargo, su trabajo no se centra en el género, que podría ser en este caso el bodegón, sino más bien en la representación de objetos que para ella tienen una carga de tiempo importante. Lo anterior, con el peso simbólico y metafórico que otorga la artista, permite incursionar en una cotidianeidad de Guilisasti.

Los elementos que conforman esta composición fotográfica se presentan absolutamente descontextualizados por ese espacio neutro donde se disponen los muebles. No obstante, hay una aproximación a una cotidianeidad desaparecida que late en la obra Dos camas, un velador, una silla y un cristo. Las 71 fotografías que realizó Guilisasti retratan 40 muebles de servicio, en la casa de campo del padre ya fallecido de la artista. De frente, costado y detrás, todos los objetos tienen una cohesión cromática a partir de una pintura que los cubre, de un gris rebajado; la singularidad es que podrían o no ser premeditados, puesto que se trata de pintura de muebles embargada de cotidianeidad.

Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.