Escena

Mori 2

La singularidad de Escena, de 1959, es que retoma un motivo trabajado con anterioridad (Escena, 1948), pero esta vez la estilización pasa a ser abstracción. La utilización de las formas básicas (círculo, triángulo y cuadrado) desaparece, para solo quedarse con figuras ortogonales que insinúan cuerpos estructurados en cubos. Podemos inferir que son figuras humanas por la reminiscencia que producen a la escena típica de la pintura académica, pero esto será solo un dato más, puesto que Escena, genera figuras que tienen un volumen relativo a los usos del color, donde una escala de grises de una paleta cálida –donde predomina el rojo– genera formas que se proyectan del cuadro. Además, las figuras hieráticas que generó Mori, están dispuestas sobre un fondo prácticamente oscuro, el marrón (también en escalas), está ejecutado como el resto de la tela, en una geometría ortogonal. Esta proyección de las figuras, se produce por un contraste entre los colores vibrantes y complementarios, sumado al fondo marrón oscuro, lo que nos remite a lo trascendental de la teoría del color, la luz. Su adecuado manejo, genera espacios donde se definen formas que se sugieren y, a su vez, son verosímiles. Este uso de formas geometrizadas, es propio del arte que empezaba a desarrollarse durante los años 50, la emergencia en la escena artística del Grupo Rectángulo –y, posteriormente, Forma y Espacio–, más la relación con artistas abstracto geométricos argentinos, llevará a poner este tipo de arte como una de las tendencias más aceptadas y visibles de la escena plástica local.

Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.

Escena

Mori 1

La pintura Escena, de 1948, demuestra la técnica Mori adquirió en París. Puesto que la estilización profunda de las figuras da un paso más allá en su producción respecto a lo realizado con anterioridad, como vemos en las telas La pasajera (1928) y El Boxeador (1923), ambas pinturas hoy parte de la colección del MNBA. El Neorrealismo que vemos en las obras antes mencionadas, toma un carácter caricaturizado, con una estilización radical donde las figuras se tornan sinuosas y los paisajes oníricos. Es una escena familiar, podemos distinguir figuras femeninas por las curvaturas de las mismas –se representan senos y caderas–, mientras los colores dominan el volumen, pareciendo, más que nada, esculturas. Hay un cierto patrón fisonómico que se repite en las pinturas de Mori. La figura en ocre, tras la de un verde potente, tiene la estructura facial y el pelo de los múltiples retratos que realizó a su esposa, Maruja Vargas.

Estas piezas hieráticas en Escena, son dispuestas en una escenografía cotidiana, lo que parece el salón principal de una casa patriarcal, una reminiscencia a la escena de la lectura típica en la pintura clasicista y decimonónica de la tradición nacional. Esto no va en desmedro de una construcción simbólica del espacio que enmarca las figuras. Interesante gesto, al construir de manera sintética la escena cotidiana a partir de parejas, hombres y mujeres en la escena de lectura, excepto esa niña oculta, casi imperceptible, en las faldas de la figura anaranjada. Una superposición de puertas, ventanas y un cortinaje en un profundo carmín, genera marcos donde se componen paisajes, donde reconocemos el mar y la luna, todo ello en la planitud del soporte. Ambas ventanas, pero sobre todo la que representa a la luna, concentran los tonos de luz, modulando las figuras y sus colores.

Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.