Tres humanonautas

Ortuzar

Para el desarrollo de Tres Humanonautas, y en general en la producción de Ortúzar, es importante considerar un elemento lúdico que contribuye a que el espectador se integre a la experiencia de la obra. “Su experiencia en Estados Unidos le hizo recordar y revitalizó ese antiguo mundo infantil suyo de carácter tecnológico-mecánico en el que podía desenvolverse, y esto tuvo trascendental importancia para él” (Boucher, 1967, p. 91). Es así como pasa de obras con sesgo vernáculo e informalista, a piezas de altos estándares tecnológicos. Una transformación de la mitología chilena a la ciencia-ficción del mundo globalizado que se concretaba a fines de la década del 60. Sin embargo, siempre, incluso en sus esculturas en espacio público, su punto de atención fue la figura humana. En su aceptación de la influencia del pop norteamericano, se centró en los procesos en torno a los problemas del movimiento real y óptico. Algo no estrictamente relacionable con la producción escultórica de Ortúzar, como suele ocurrir, sino más bien, fue en las piezas bidimensionales donde él vio un despliegue mayor de estos conceptos. Para el caso de esta serie, un análisis más acabado y sincero no podría salir de otro que no sea el mismo Ortúzar, quien en sus representaciones de humanos (o humanonautas), señalaba: “El hombre es un ser imperfecto y la ciencia se esfuerza por mejorarlo, por hacerlo más perfecto. Mis individuos son también imperfectos como todo el género humano, pero les he agregado elementos adicionales o prótesis que los hacen ser mejores. Quiero decir que las personas que hago son un poco más perfectas que otros seres, porque tienen aparatos que los ayudan a desenvolverse. No pretendo ser un filósofo, pero hay en mi quehacer una actitud ética, una denuncia a la imperfección del hombre, que es víctima de graves defectos, pudiendo ser mejor” (Boucher, p. 14).

Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.