María

Tupper

María representa una mujer con la mano izquierda sobre un libro abierto encima de una mesa. Al parecer ha interrumpido su lectura para meditar sobre lo leído u observar algo que ha distraído su atención. Descartamos que se trate de un autorretrato, sin embargo, exceptuando el nombre, se desconoce la identidad de la supuesta retratada. El rostro, el cuello y las manos, que son los lugares del cuerpo efectivamente visibles, han sido nítidamente definidos por el dibujo y la superficie de la piel trabajada en tonos planos y transparentes, en armonía con el verde que cubre la mayor parte de la composición. El régimen pictórico del cuadro es gráfico y de línea ornamental, lo que explica la poca densidad de la pasta, los tonos planos, la síntesis y los toques y pinceladas rápidas sobre verde en el borde del suéter. Este rasgo se puede poner en concordancia con la enseñanza de sus maestros, Álvarez de Sotomayor y Juan Francisco González, incluyendo a Boris Grigoriev, maestro dibujante, del que Tupper pudo haber asimilado el ritmo ornamental del arabesco.

María Tupper era conocida por traducir en gestos precisos, todas las emociones contenidas por los individuos de sus cuadros. Así, ocurre con la melancólica figura de la joven que interrumpe su lectura, pensativa. Al referirse a la obra de su amiga, el pintor Camilo Mori decía que sus retratos eran “realizados no con la euforia superficial y frívola de quien domina un oficio, sino con ese fervor, con ese recogimiento que trasciende más allá de la plástica pura y que se traduce en el rasgo preciso, respetuoso y expresivo de su rostro, en la línea curva de un párpado, en las sinuosidades de una boca, trasunto, en fin, de la vida interior y afectiva del modelo y a la vez del artista”.

Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.