La montaña rusa es un ícono de la industria del entretenimiento que remonta sus orígenes a fines del siglo XIX, cuando el inventor norteamericano LaMarcus Adna Thompson patenta en 1885 los planos de su mega estructura del ocio. La revisión de archivos y el estudio de estos planos, son la base del desplazamiento representacional propuesto por Daniel Reyes León, quien busca tomar los elementos ideológicos, sociales y políticos que aún reverberan en este imaginario para inscribirlos en el dibujo, la resonancia sonora y el diseño escultórico.
El espectador se encuentra con una montaña rusa construida con precisión digital, que luego es intervenida por un sistema de refrigeración que la convierte en una escultura de hielo. Esta estructura sólida, de acero inoxidable y cobre, reposa sobre un espejo de agua que recoge los cambios en el estado de la materia. Una operación donde el fenómeno físico de la condensación se adhiere a los datos históricos en el que se basó el diseño.
El montaje se completa con dibujos de Paroles d’un revolté, publicado por Piotr Kropotkin en 1885, realizados en pólvora y acero, de manera tal que ese año se plantea como una encrucijada donde convergen la arqueología de medios y los fundamentos del anarcosindicalismo.