Alguien ha dicho que nuestra tierra es pura naturaleza hostil, ajena al hombre, “falta de mundo”. Pintores, poetas y músicos pueden demostrar lo contrario, no sólo porque el mundo espiritual en camino de plenitud puede resplandecer en cualquier cosa, por humilde que sea, sino porque nuestro paisaje con sus lomas, árboles, playas o dunas es humanizado