Altar de la Muerte se expresa bajo la experimentación del color, en una composición sencilla y aplanada pero apegada a temas profundamente relacionados con la cotidianeidad y la cultura popular mexicana, retratando en un lenguaje totalmente contrario al de la Escuela Mexicana de los años 40 representada en la figura de Siqueiros, un altar religioso. Probablemente puesto en un espacio íntimo y doméstico donde la presencia de figuras contrarias como la vida y la muerte encarnadas en la representación de un posible santo, y en la calavera puesta en diagonal a este personaje, reúnen y construyen una arista donde la riqueza sacra de esta reproducción consagrada tradicionalmente al culto en una iglesia, se construye y se potencia en calidad de ofrenda de la mano de pequeños detalles hogareños y cotidianos de los feligreses: las flores, el pan, el rábano, las cañas de azúcar, el carrete usado y los candelabros con cuerpos femeninos que acompañan, iluminan y mistifican el espacio. De esta forma, se despliega un altar donde se juegan las tradiciones conservadoras y religiosas de la cultura mexicana, como también las adheridas por Izquierdo; creando una pintura viva y actual que no se deja llevar por un discurso ideológico, sino más bien se concibe como pura mexicanidad, como una realidad legendaria filtrada por su sensibilidad y reflejada como fatalidad y espontaneidad popular (Paz, 1988). Este mundo lleno de terror, soledad, vida, comunidad y contemporaneidad se entrelazan entre sí formando una escena de pura materia pictórica donde la unión de objetos simbólicos de diversos orígenes confluyen en un imaginario poderoso, magnético, instintivo y vernáculo.
Camila Sánchez, Catálogo Razonado MAC, 2017.