El Beso integra la serie de las naturalezas muertas producidas entre 1989–1998, inspirada en la pintura de bodegones holandeses del siglo XVI. En la misma, el artista conjugó un tiempo pretérito, del orden de la experiencia, con otro, relacionado con lo onírico. El primero de estos tiempos, que tiene la particularidad de lo evocado, le permitió recuperar esos años de alumno de dibujo y pintura, con los bodegones y naturalezas muertas como ejercicios diarios. El segundo tiempo, más reciente, es producto de la elaboración onírica. El resultado de la conjunción de estos dos órdenes temporales, se plasmó en lo que Sessa concibió como su propio homenaje a la pintura, presentado en la galería Rubbers de Buenos Aires, en 1992. El Beso, anticipa la atmósfera de muchas de las composiciones de la serie.
El Beso es una toma directa realizada en estudio que organiza el espacio de la representación dividido en dos grandes planos horizontales, delimitados por un fuerte contraste de luces y sombras. En el plano inferior, el de la luz, dos cabezas de peces, enfrentadas, de perfil, dispuestas sobre hojas de diario. En el plano superior, una “marina” como fondo, en la que apenas adivinamos la línea del horizonte, un faro y algunas nubes que emergen, difusas, entre las sombras. La elección de este tipo de fondo refuerza una de las funciones de la fotografía, aquella que consiste en el desvelamiento de lo oculto. En este sentido, podría afirmarse que Sessa libera a estos peces de su condición de fragmentos inertes, restituyéndoles connotaciones de carácter vital. El resultado da cuenta de las decisiones compositivas y técnicas que continúan definiendo la obra del autor. En este caso, Sessa eligió nuevamente la síntesis y la austeridad visual, priorizando la atmósfera del conjunto.
Lucía Acosta, Catálogo Razonado MAC, 2017.