La lámina revela cómo la voluntad humorística e irónica de Krahn se nutre de la precariedad humana, del azar que acecha y fragiliza todo acto volviéndolo irrisorio, absurdo. La fina ironía de Krahn consiste en escenificar situaciones triviales que nos llevan a admitir que el absurdo es inherente a la existencia humana. En este caso, que no hay escapatoria, junto a la desnudez del recinto, las paredes agrietadas, la tierra, los huesos, los presidiarios y el aspecto desvencijado de los leones, alegorizan la precariedad y la irrisión de la condición humana que es universal y de todos los tiempos. Al respecto, el propio Krahn comenta: “Unas gentes me encuentran cruel y cultivador del humor negro, otras en cambio, ven en mis dibujos la más depurada expresión de bondad. Es cierta tal dicotomía. De un lado el reflejo de la maldad y el lado tenebroso del existir del hombre en la tierra. Y de otro la ternura, los sentimientos más decantados y puros”.
Hacia 1969, Krahn inventó una forma que llamó “dramagramas”, breves relatos dibujados y sin palabras, que consistían en interpretaciones humorísticas de situaciones dramáticas. Es interesante notar que en el arte de Krahn el dibujo se conjuga con lo narrativo y la teatralidad. Una forma al mismo tiempo aguda y sensible, eficaz y económica de escenificar el sentido, en este caso el absurdo, como una breve prosa satírica, especie de aforismo, o de epigrama gráfico, que establece una paradoja. En esta lámina, en este drama de un único cuadro, el relato queda en vilo, enhebrado en la tensión que se produce entre la distraída alegría de los presidiarios y la atenta mirada de los leones. Y el desenlace resulta así transferido al destinatario, al lector, al espectador que enfrentado al absurdo, sostiene la revista o el libro en sus manos.
Gonzalo Arqueros, Catálogo Razonado MAC, 2017.