Las Pataguas pertenece al período en que la obra de Agustín Abarca adquiere consistencia formal y temática, y en que el árbol se constituye en motivo central. Según Efraín Telias (2008): “genera un paisaje donde se hace evidente la omisión de la figura humana. En su lugar, recurre al árbol como protagonista” (p. 180). Esta hipótesis sugiere que la representación del árbol solitario, reiterada en la pintura de Abarca, constituye una metáfora del autor, también solo, frente a la vastedad de la naturaleza (p. 183). Pero hay que considerar también otro componente que se proyecta en su obra paisajística, y que pudo venir de su formación y sus lecturas: “el misticismo romantizante” que se deja ver en sus palabras cuando declara su experiencia en un bosque de robles “completamente derechos como columnas de un templo gigantesco…, en la soledad inmensa que daba miedo” (Droguet Alfaro, 1955, p. 13).
La obra representa un árbol que crece ascendiendo en diagonal hacia la derecha, bifurcándose en una trama de ramas retorcidas que se adelgazan y alivianan en tanto se elevan y dibujan contra el fondo que representa el cielo. Este movimiento hacia la derecha es contrarrestado por el desarrollo de los ramajes que también ascienden en sentido contrario y casi vertical, equilibrando y asentando la composición. El protagonismo del tronco, creciendo fuerte, pesado y decidido, es subrayado por la torsión en ángulo que ocupa el centro de la composición, determinando plásticamente la obra. Sin duda, la torsión angular ha debido implicar un accidente en el crecimiento del árbol y su representación sugiere una Historia Natural.
Gonzalo Arqueros, Catálogo Razonado MAC, 2017.