La maternidad es un importante motivo iconográfico dentro de la pintura occidental, bástenos recordar las madonas de Rafael Sanzio. En esta obra de Dora Puelma, la mujer es representada con ciertos rasgos particulares que acercan el cuadro al retrato, los ojos rasgados y la piel morena, fisonomía étnica que se relaciona con lo que Marco Bontá escribió sobre su obra, trabajo determinado por la búsqueda de “nuestros ancestros raciales” y del espíritu americano. Por otra parte, la mujer aparece vestida con un textil de ornamento geométrico que, en términos de color, manifiesta lo sutil de su paleta. Esta fue una de las características predominantes en su obra y el aspecto más destacado por parte de la crítica, como se señala en el catálogo de su muestra en 1964 en la Sala de la Universidad de Chile: “El mayor encanto del arte de Dora Puelma, consiste en sus grises de tonos medios que denotan su delicada sensibilidad; una especie de salida espiritual de su alma enamorada de los matices delicados”. De alguna manera, como queda registrado en la gran mayoría de los juicios críticos sobre su obra, su condición de artista mujer se asoció con la calificación de su trabajo con sustantivos que refieren a lo delicado, lo sutil, lo frágil y amoroso, a través de los cuales podemos formarnos una idea de la recepción del arte y de la pintura realizada por mujeres a principio del siglo XX en el medio local.
Amalia Cross, Catálogo Razonado MAC, 2017.