Hay en estas litografías al menos dos aspectos que llaman la atención y que se relacionan directamente con las características técnicas de la litografía. La primera de ellas, pone en tensión la usual capacidad de reproducción del grabado al no generar un mayor tiraje en su edición; cada una de las cinco litografías es única, una “copia original” según lo establece su nomenclatura en la inscripción 1/1. Y la segunda característica, se relaciona con el predominio de negro sobre el que se definen las líneas y manchas invertidas, como si fuera un negativo aun cuando se realicen en positivo, lo que se conoce como la “manera negra”. En esta técnica la superficie de la piedra es cubierta de tinta y a partir del fondo negro se trabaja removiendo el material para producir los blancos, los que dividen y trazan el espacio. Esto nos lleva a pensar en una temprana conciencia crítica y reflexiva del artista sobre aquello que define la práctica del grabado, su reproducción y visualidad en cuanto que imagen impresa.
Sobre estas litografías Dittborn expresa: “Y ahora al mirarlas no hay en ellas ni desesperación ni regocijo sino algo que se prolongaría en el tiempo hasta ahora mismo, una especie de camino que vuelve sobre sí mismo”. Eso que vuelve sobre sí es el gesto gráfico, o más bien la grafía que se inscribe, que se graba en la obra, y que está presente en estas litografías y en su trabajo posterior –en las huellas, trazas, tachas, manchas que se imprimen como símbolos, signos, líneas, diagramas, esquemas– formando una escritura particular, el alfabeto del artista. En estas obras se podría hablar de una escritura cuneiforme, del registro primario realizado en piedra como la forma más antigua de expresión gráfica en la historia de la obra de Dittborn.
Amalia Cross, Catálogo Razonado MAC, 2017.