Sin título es bien representativa del modo en que Milián acostumbraba trabajar sus piezas abstractas. En ella, se destaca ese aliento poético que distinguía su quehacer pictórico en el que empleó preferentemente las tintas, superponiéndolas en capas que enriquecían la superficie, otorgándole gran valor a las áreas más que a los motivos, de tal modo que predomina en el conjunto una expresión evocadora e imaginativa, cargada de sugerencias visuales.
En esas zonas sensibles de sus manchas, se distingue el empleo del color con variaciones, contrastes y tonalidades matizadas –cambiantes– por los efectos de la gradación lograda en la aplicación sucesiva de los tintes. De ellos exploró sus cualidades plásticas y, con relevante excelencia gestual, reforzó el énfasis y la armonía visual de la composición. En ese sentido, logra un efecto textural armonioso, lírico, al recurrir a valores táctiles muy sugerentes, profundamente imaginativos y sugestivos para el espectador.
Sobre las capas de tinta, el artista realizó otras inscripciones con modos gráficos, utilizando incisiones sobre esas superficies como se aprecia en la pieza Sin título. Se trata de modos caligráficos libres que no pretenden ser enunciativos, sino inducir el valor simbólico de las marcas, estampando signos de expresión humana, como si horadara “una realidad personal”, expresaba Adelaida de Juan. El artista creía que “lo mismo la alegría que la tristeza, la dicha o el quebranto, el valor estético siempre es positivo. El arte, aunque exprese lo más trágico, es una afirmación de la vida”. Se descubre en esa zona de lo ambiguo espiritual propio del arte, el propio temperamento artístico del creador, introspectivo según algunos que lo conocieron y también especulativo al dejar actuar muy libremente las capacidades interpretativas de la obra, tanto para la crítica especializada como para el observador común.
Yolanda Wood, Catálogo Razonado MAC, 2017.