La obra Toro representa al animal referido en el título, el cual está recostado –recogido– en posición de reposo. El motivo del toro estará presente siempre a lo largo de la producción de Castillo, inclusive cuando adopta un lenguaje cercano a la abstracción y el metal estructural y espacialmente domina las obras. Esta presencia constante, según las declaraciones del mismo artista, remite a la tradición campesina de donde provenía Castillo.
Toro tiene un pulido cuidadosamente trabajado, llegando a unas superficies totalmente lisas, sin embargo, en algunas zonas mantuvo texturas rugosas con fines “traductivos”. Lo anterior, lo vemos en la representación de la base de la cornamenta del toro, así como también en sus pezuñas, donde el artista aprovechó unas deformaciones propias de la piedra. El animal está excesivamente recogido sobre sí mismo, como si se intentara que el toro se viese lo más simétrico y ovalado posible y sin dejar ningún espacio que salga del volumen propio del cuerpo. Por ello, hay ciertas partes que son trabajadas en una síntesis formal radical, que no solo economiza en líneas definitorias, sino que se aleja de la mímesis.
Por el contrario, parece exagerar la dimensión total de sus cuernos, los que no se ven solamente desproporcionados, sino también alterados por la velocidad de un ataque. Desde una vista frontal, el Toro de Castillo, al estar viendo el suelo, no logra presentar a primera vista una postura figurativa. De hecho, lo forzado de la composición del animal hace que la imagen frontal tienda a la abstracción, y que el toro desaparezca.
Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.