Gené anómalo II

Egenau 1

Esta obra demuestra lo dúctil del aluminio como material, puesto que permitió que un artista como Juan Egenau pudiera ejecutar su obra en distintos niveles de complejidad, donde desplegó detalles que le dieron un carácter novedoso a la pieza. La obra es hueca, lo que se contradice con su densidad material a primera vista. Para poder trabajar el material –y que este no se desestructure–, se utilizan pernos que cubren los agujeros donde se realizó el primer vaciado (los cuales a su vez simulan broches). Lo anterior resulta interesante, puesto que a simple vista pareciera un ensamblaje de piezas para constituir una unidad, pero más bien se trata de un solo volumen. La técnica de aluminio “a la tierra”, cuando termina la fase de vaciado, sale con una gran cantidad de residuos, como arena pegada sobre el metal, las piezas no son uniformes y tienen una rugosidad del material con que se realizó el proceso. En el caso de esta obra, se nota claramente que el pulido debió haber sido largo y laborioso. Por otro lado, las zonas rugosas no son resultado del proceso de vaciado, puesto que hasta estas zonas demuestran que están trabajadas sistemáticamente. La porosidad fue conseguida por Egenau mediante un bruñido a la pieza, lo que por su detallada trama debió haber sido una labor extenuante. Para resaltar los volúmenes, Egenau incorporó una pátina negra sobre el aluminio.

La obra podría representar la pata de un toro malformado, donde su pezuña es relativamente más grande, para lo que debería corresponder a la falange del animal. El referente iconográfico es desprendido del imaginario construido por el propio artista, quien trabaja con cuerpos de animales y seres humanos, los cuales deforma o se fija en detalles particulares, nunca pretendiendo una mímesis con el modelo. Por otro lado, la cubierta que genera una pezuña funciona como imagen homóloga a las corazas con las que Egenau estaba obsesionado, y que son recurrentes en su producción. La idea de recubrir las piezas con armazones de acero transformaban la condición figurativa y natural de la obra, en una especie de imbricación entre algo orgánico e industrial mecánico.

Matías Allende, Catálogo Razonado MAC, 2017.

 

Niños de pescadores

Egenau grabado

La escena de Niños de pescadores se desarrolla en un espacio de muy poca profundidad, como si estuviera cerrado por un muro, donde el artista ha dibujado las figuras y el fondo cargándolos de negro con el lápiz litográfico. Las figuras que ha representado son las de un “buey” y los tres niños que lo cabalgan llevando cuatro grandes pescados de igual tamaño, posiblemente al hogar o quizás un punto de venta en el mercado. Por el título de la obra, parece que la escena representaría el encargo de los padres, quienes son los verdaderos pescadores. Pero también queda la duda de si son niños o niñas, o incluso si no son más bien jóvenes adolescentes que niños, los que montan al cuadrúpedo usando como pelero una red de pescar. Dos de ellos van a horcajadas junto a la cabeza del buey. El primero, lo conduce tomando sus cuernos y, el tercero, va sentado de lado en la grupa, de tal modo que podemos ver sus dos piernas, una de ellas colgando como las de sus amigos y la otra apoyada en el anca, permitiéndole tener su mano en el mentón al acodar el brazo en su rodilla con actitud melancólica. Tres pescados lo separan de los otros muchachos. El cuarto se ubica entre las piernas colgantes de ellos, mientras el animal levanta su cabeza en un gesto que pareciera quejumbroso. Sobre el fondo, su sombra repite domesticada el perfil doliente de la testuz.

Hugo Rivera-Scott, Catálogo Razonado MAC, 2017.