Ritmo continuo corresponde a una serie cuadrados y rectángulos de madera pintados en tres tonos diferentes, en una gama clara y fría, sobre un soporte de madera aglomerada. Las formas de madera responden a la lógica de un cuadrado y sucesivos recortes al mismo, los que ordenados dan lugar a ritmos que derivan de la línea sinuosa de que forman los perfiles recortados; de las zonas llenas y vacías; y de la ilusión de espacio en la que las formas recortadas del cuadrado funcionan como perspectivas de un cuadrado ilusorio completo girando en un eje paralelo al espectador. A su vez, la distribución de los cuadrados completos e incompletos establecen diagonales y formas derivadas que otorgan unidad compositiva a la obra.
Este trabajo y otros muy similares fueron expuestos en la Casa Central de la Universidad de Chile bajo el título Collages, y los comentarios testimonian la extrañeza que causaron en el contexto local. Antonio Romera, uno de los críticos de arte más importantes de las décadas del 50 y 60, opinó de ellas: “¿En qué medida cabe preguntarse si en la composición de Matilde Pérez, hecha de cuadraditos sobre un fondo blanco, podemos adivinar la personalidad del autor? Por otra parte esta obra me parece dar pie justificado a quienes se burlan del arte abstracto. Esta obra realizada con distintas clases de materiales es el inicio de una etapa nueva en el arte chileno”.
Claudio Guerrero, Catálogo Razonado MAC, 2017.